La veda del endeudamiento ilimitado se ha abierto

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Fuente de la Imagen: Invertia

 

 

Una de las características del periodo que nos ha tocado vivir es el auge de la mentalidad de crisis. Ya no hay problemas, todo son crisis. Y las crisis requieren de una solución urgente. Debido a esa urgencia no hay tiempo para plantearse cuál puede ser la solución más eficiente: la solución es aportar rápidamente grandes cantidades de dinero. Primero se dispara, luego se pregunta.

Además, la solución se deja siempre en manos del Estado, es decir, de los políticos. Y estos disparan de la única forma que saben hacerlo: con dinero que obtienen mediante la emisión de deuda pública. Y dada la magnitud de los problemas y la urgencia, hablamos de incrementos masivos de deuda pública en cada crisis.

Pero no siempre está tan claro que esa sea la única solución. Por ejemplo, la mayoría de los científicos están de acuerdo en que tenemos un problema de calentamiento global. Pero no hay tanta unanimidad en cuanto a que la única solución sea la aplicación masiva y sin limite de fondos públicos, dirigidos a inmensos cambios en las infraestructuras energéticas.

 

Hay científicos que opinan que sería más inteligente centrarse en encontrar soluciones tecnológicas que permitan un cambio verdaderamente radical y eficiente en la forma de generar energía. Hay quienes consideran que es un error dejar todo en manos del Estado, en lugar de apoyar la iniciativa privada, que, de hecho, ha sido protagonista en muchas ocasiones de esos cambios radicales en materia energética. Fue lo que ocurrió en su día con la máquina de vapor o el motor de gasolina.

También es obvio que la pandemia fue realmente una crisis sanitaria y no un simple problema. Pero, visto en retrospectiva, pudiera haber dudas legítimas en cuanto a la dureza y la magnitud de los medios aplicados para hacerle frente. Ni siquiera se planteó una respuesta que no fueran confinamientos masivos y cierre total de la economía, cuyo coste y consecuencias tendrán que pagar muchas generaciones.

No sé si el problema de Ucrania se podría haber solucionado de otra forma, pero está claro que la consecuencia es un enorme gasto militar y una fuerte reducción del PIB europeo como consecuencia del efecto rebote de las sanciones.

Yo soy economista y asesor financiero y, por lo tanto, no voy a entrar a juzgar decisiones políticas o científicas. No tengo ni los conocimientos ni la información para hacerlo. Mi misión es constatar los hechos y analizar las consecuencias económicas y financieras de los mismos (en este caso la de solucionar todos los problemas a base de gasto público masivo).

Esas consecuencias pueden ser positivas – para quien sepa aprovecharlas – y negativas (para quien no este preparado cuando haya que pagar el precio).

Para quien sabe verlo a tiempo, los beneficios de la mentalidad de crisis son enormes y se obtienen de forma muy rápida. Son enormes porque son proporcionales a los medios que ponen los políticos en evitar el daño electoral del problema. Y son rápidos por la urgencia. Los políticos no quieren que los problemas se viralicen y se cronifiquen en las redes sociales. Las redes tienen que ver una respuesta contundente, rápida y masiva para que se tranquilicen y pasen a otra cosa.

Y ya que la población –usted- va a tener que pagar las deudas y costes que va a generar esta forma de actuar, no veo nada malo en que intente también participar de los beneficios.

Los ejemplos son evidentes. La pandemia generó enormes beneficios a las empresas farmacéuticas, pero también a las tecnológicas (gracias a los confinamientos). Y todas cotizan en bolsa.

La crisis climática los está generando y los generará, en inmensas inversiones en infraestructuras. Y así ocurrirá con todos los problemas en el futuro, que se enfrentarán con mentalidad de crisis, ya que la respuesta masiva y urgente es ya la única que se plantean los políticos. Y que ninguno critica porque todos la utilizan.

Pero la nueva forma en la que los políticos se enfrentan a los problemas traerá a su vez una verdadera crisis: una crisis de deuda acorde con la magnitud de los excesos previos.

El primer síntoma ya lo estamos viendo: nadie advierte, nadie se queja. La veda del gasto y el endeudamiento masivo está abierta y ni siquiera hay “agentes forestales” para vigilar los excesos. El Bundesbank no dice esta boca es mía y Von der Leyen o Scholz animan a España a gastar.

El congreso de los Estados Unidos aprueba un plan de gasto de 1,7 billones de dólares (trillones en términos anglosajones) y Scholz declara que Alemania y Europa no van a ser menos. Y anuncian que tomarán medidas al respecto. Ya se pueden imaginar a que medidas se refieren.

Pero solo hay que leer la historia para ver cómo acaban los excesos de deuda. Ocurrió con las subprime -que eran créditos del sector privado- y ocurrió con la crisis del euro, cuyo origen fueron los excesos de deuda pública de los estados del sur de Europa.

Un día aparece en los mercados una fuerte orden de venta de alguna institución financiera importante, alguien la ve y, por si acaso, vende lo suyo. Luego viene otro y luego otro y se inicia una cadena cuyo origen es siempre la pérdida sobrevenida de confianza de uno o varios grandes inversores. El problema es que en la próxima ocasión pillará endeudado a todo el mundo hasta las cejas.

La buena noticia es que tardará en producirse, porque el nuevo mantra de solucionar todo a golpe de talonario beneficia a mucha gente. Está mejorando el tipo de interés que paga la deuda pública y hay que aprovecharlo. Los cheques de billones de dólares y euros para inversión pública van a seguir generando enormes ingresos en los sectores y empresas beneficiarios. Y amortiguarán recesiones.

Por su parte, las entidades financieras están encantadas de financiar el proceso. ¿De qué creen ustedes que se habla en Davos? Pues de todo lo anterior y de cómo sacarle partido económico o electoral.

No me malinterpreten, no estoy diciendo que vendan todo ahora mismo. Lo que digo es qué hay que ser consciente de por dónde y cuándo pueden venir los problemas y cuáles podrían ser los refugios, sin por ello dejar de invertir y participar en el lado positivo de la ecuación.

 

Si desea leer el artículo escrito por Víctor Alvargonzález en Invertia puede hacerlo a través del siguiente enlace: Artículo