Lo peor que se puede hacer frente la realidad es ignorarla

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Fuente de la Imagen: elEconomista.es

 

La Reserva Federal cometió el tremendo error de no mirar los indicadores adelantados y retraso en exceso el proceso de subida de los tipos de interés. Ahora tiene que subirlos a una velocidad que no se había visto desde los años 80. Los tipos han subido tanto o más en otros periodos, pero no a este ritmo.

 

Si la Fed no hubiera ignorado el problema de los cuellos de botella y el efecto rebote de las sanciones en el precio de las materias primas, seguramente habría empezado a subir tipos antes, lo que le habría permitido ser menos agresiva.

Ahora los políticos europeos están cometiendo el mismo error. Supongo que por motivos de políticos, ya que cualquier economista que vea los indicadores adelantados actuales es consciente de que, si no se produce algo inesperado, lo que le espera al mundo el año que viene es una recesión. Especialmente en Europa.

Ciertamente en países de alto crecimiento estructural no lo será técnicamente, pero el 3,7 % que estima el FMI para los países emergentes sería equiparable a una recesión en los desarrollados. Y las estimaciones del FMI son políticamente correctas, es decir, optimistas, como muestra el hecho de que le den a Alemania una previsión negativa de sólo un -0,3 %. Con la que le está cayendo.

El indicador adelantado de actividad económica más respetado es el llamado PMI («Purchasing Managers Index»), o en español Indice de Gestores de Compras. Se trata de una gran encuesta que se realiza entre los responsables de compras – tanto de bienes como de servicios- de las principales compañías del mundo.

Nada mejor para tener una idea de cuál va a ser la actividad económica que preguntarles a quienes la generan, que además en esta caso realizan compras y contrataciones inmensas, lo que hace que la encuesta sea muy representativa. Pues bien, el último dato de PMI global ha entrado en terreno de contracción, es decir, señala recesión a nivel global.

Si miramos a los consumidores, la situación es peor. La confianza está por los suelos. Como no iba a estarlo, si la inflación ha destruido su poder adquisitivo y encima ahora les están subiendo el tipo de interés de la hipoteca (y de cualquier crédito que tengan). Como dato significativo, señalar que la confianza de los consumidores en Alemania es muy inferior a la que había en pleno confinamiento.

Así que, digan lo que digan los políticos, si tiene que hacer planes realistas relacionados con la economía real, con la información actual hay una muy alta probabilidad de que 2023 sea un año de crecimiento negativo en Europa (como inversor – economía financiera – el planteamiento es distinto, pero de eso hablaremos otro día).

¿Qué podría cambiar el curso de las cosas? La respuesta es tan fácil como ir a las causas que generaron esta situación.

La más importante es la inflación. Porque es la inflación quien marca la política monetaria de la Reserva Federal de los Estados Unidos, que, por decirlo de forma sencilla, es quien establece el destino de la economía mundial.

Si la Fed empezara a levantar el pie del freno, podría salvarse 2023. Si no lo hace, la recesión está asegurada. EEUU está preparado para aguantar el ritmo actual de subidas de tipos, pero no se puede decir lo mismo del resto del mundo . Y si no, que se lo pregunten al Banco de Inglaterra y pronto al BCE, que ven como la fortaleza del dólar les obliga a subir tipos muy por encima de lo que puede aguantar sus economías (y así evitar el hundimiento de sus divisas). Y no les quiero decir las economías emergentes.

El otro posible «cisne blanco» sería que se produjera algún tipo de negociación en Ucrania. Las sanciones son legítimas y cualquier razón que pudiera tener Putin la perdió cuando invadió un país soberano, pero, económicamente, hay una realidad innegable: el efecto rebote de las sanciones es nefasto, especialmente para Europa.

La perspectiva de que una negociación pudiera abrir la puerta a una relajación de las sanciones cambiaría totalmente la perspectiva económica europea. Se hundirían los precios del gas, del petróleo y del resto de materias primas. No es necesario que se abran los gasoductos, los mercados descuentan escenarios futuros. Caería fuertemente la inflación y haría innecesario subir en exceso los tipos de interés. Y aumentaría la confianza de los ciudadanos y, por lo tanto, el consumo. Pero, como este artículo va de ser realista, hay que darle muy pocas probabilidades a este evento, vista la escalada militar y verbal en la que ha entrado el conflicto.

 

Artículo escrito por Víctor Alvargonzález en elEconomista