Los robots todavía no están preparados para invertir

invertia 17 1 2023

Fuente de la Imagen: Invertia

 

 

La inteligencia artificial y los robots van a eliminar muchos empleos. Y no serán de fontaneros o electricistas, sino de gente con estudios universitarios y, en muchos casos, puestos de alto nivel. Pero algo me dice que tardarán tiempo en quitárselo a un buen asesor financiero.

La idea fundamental de un asesor robótico, más conocido como roboadvisor, es “compra el mundo” y olvídate de todo. Compra el índice MSCI World o el S&P 500 y no te compliques la vida. Y es cierto, a largo plazo es una buena idea. Pero lo que los algoritmos -o quienes pensaron que podrían ahorrarse el coste del personal que supone administración, análisis o estrategia- no tuvieron en cuenta es el factor humano.

El robot ni siente ni padece, pero los clientes sí. Cuando los mercados suben no hay ningún problema, pero ¿Qué pasa cuando se tiran un año o dos bajando? Pues que hay muy poca gente normal que pueda aguantarlo. Y quienes necesitan asesoramiento o delegar la gestión de sus inversiones son sobre todo gente normal, no especialistas en inversiones.

 

El año pasado fue un buen ejemplo de ello. Tanto el MSCI World como el S&P 500 perdieron un 20% de su valor. Pero han llegado a perder bastante más. Y cuando eso ocurría, era imposible asegurar que no fueran a perder un 30%. No sería la primera vez.

De hecho, la pérdida de valor media del S&P 500 en un mercado bajista es del 34%. Al algoritmo eso le da igual, ya que no siente miedo. Su razonamiento es sencillo: a largo plazo el único camino que tiene un índice como el S&P 500 es al alza. El algoritmo ni se hace viejo ni tiene que jubilarse, así que puede esperar a que el índice vuelva a donde estaba.

El ser humano es distinto. Cuando ve que su cartera está cayendo un 20% y «siente» la incertidumbre de no saber hasta dónde puede seguir cayendo y el miedo de quedarse sin los ahorros para la jubilación, tiende a reaccionar vendiendo en el peor momento posible.

Y no seré yo quien lo critique, porque puede que yo no hiciera eso en los mercados, pero seguro que lo hago en otras situaciones para las que estoy menos preparado. El ser humano necesita un asesoramiento adaptado al ser humano, no tener que adaptarse a un robot.

Por ejemplo, en 2022 no hacía falta ser un genio para darse cuenta de que la combinación de inflación y guerra con la que se iniciaba el año no presagiaba nada bueno. Y aconsejaba reducir el peso de la renta variable en cartera para amortiguar el impacto. Para los clientes ha sido mucho más fácil aguantar el tirón con pérdidas de un dígito que con pérdidas del 20%.

Y aguantar el tirón es importante, porque cuando la gente pierde un 20% tira la toalla y luego se pierden toda la recuperación.

Y lo mismo se puede decir de la renta fija (bonos de medio y largo plazo): si estaba aumentando la inflación, aumentarían los tipos de interés y caerían los precios.

Yo no digo que se supiera cuánto iba a caer la bolsa o cuánto iban a caer los bonos, pero sí afirmo que se veía venir tormenta. Pensar en términos de ser humano no solo ha ahorrado malos ratos y ha evitado ventas en pánico: también permitirá comprar barato cuando el mercado toque fondo. Y quien aprovecha las rebajas mejora el resultado a largo plazo.

Pero el factor humano no solo es importante de cara a los clientes, también tienen que tenerlo en cuenta los profesionales que gestionan o asesoran a la hora de seleccionar fondos de inversión. En años alcistas no suele merecer la pena elegir fondos de gestión activa, ya que en esos años la gran mayoría de los gestores de fondos lo hace igual o peor que los índices y, por lo tanto, resulta más eficiente usar fondos indexados o ETF. Ahora bien, cuando pintan bastos, la cosa cambia.

Este año los fondos de verdadera gestión activa han batido por goleada a los fondos indexados. Insisto en lo de “verdadera”, ya que la mayoría de los fondos que dicen hacer una gestión activa en la práctica se limitan a seguir a índices.

 

Pero los “de verdad” sí que han obtenido en 2022 resultados por encima de los índices de referencia. Y probablemente vuelvan a hacerlo en 2023, no porque bajen las bolsas, sino porque un buen gestor activo suele aprovechar los años malos para comprar barato y muchos se han posicionado bien en 2022.

Otra cosa que no hacen los robots es explicar las cosas. Y no me refiero a esa práctica habitual en las entidades de aprovechar la confianza y la amistad -un tanto artificial- que van generando los asesores con sus clientes para evitar que se vayan a otro sitio cuando se hacen mal las cosas. Me refiero realmente a explicar.

Muchas veces la gente tiene miedo porque no sabe. Nos pasa a todos. Si por ejemplo nos surge un síntoma físico, nos tranquiliza mucho que el médico nos explique de qué se trata y que tiene solución. Esto también debe hacerlo el asesor ante la inquietud financiera de sus clientes. Evidentemente, un robot no hace esas cosas.

Y si no has cuidado el nivel y calidad de las personas que atienden a clientes, tampoco servirá de mucho dar explicaciones. A veces puede incluso ser contraproducente, ya que generará dudas sobre cuánto controla la situación quien pilota el barco en medio de la tempestad.

Al final el problema es siempre el mismo: en muchas actividades profesionales no existen los atajos ni valen las soluciones sencillas para problemas complejos. Es mucho más barato no tener personal y, desde luego, mucho más rentable para la empresa que asesora, pero, como se ha podido demostrar de nuevo en 2022, para el cliente no funciona.

 

 

Si desea leer el artículo escrito por Víctor Alvargonzález en Invertia puede hacerlo a través del siguiente enlace: Artículo