El final de la guerra, según los usos y costumbres de la Mafia

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Fuente de la Imagen: elEconomista.es

 

Con el tiempo, la experiencia y la lectura de muchos libros de historia, uno se va dando cuenta que el mundo de la política es en el fondo muy primario. No difiere mucho de lo que ves en la jungla

La guerra en Ucrania tiene cada vez peor aspecto. Personalmente, me alegro del avance el ejército ucraniano y me encantaría que echaran a Putin. Y que, así, aprendiera que, sean cuales sean sus razones, las cosas no se solucionan invadiendo un Estado soberano.

Pero la realidad es que un Putin acorralado y sin un puente de plata que le permita una retirada digna estamos ante un autócrata que se está jugando no solo su futuro político, sino probablemente la vida, lo cual lo convierte en alguien muy peligroso. Y esa respuesta parece que va a ser va a ser una movilización general – de personas y de la industria militar – y que lo que era una “operación militar especial” se convierta en una guerra total.

En estas circunstancias, nadie – nosotros incluidos – da un euro por una solución negociada, lo cual contrasta con algo que ha pasado bastante desapercibido, pero que podría ser importante de cara al futuro. Y un inversor – o su asesor en nuestro caso – tienen que mirar también el futuro. Pero antes me gustaría contarles algo que creo puede ayudar a entender a qué me refiero.

Con el tiempo, la experiencia y la lectura de muchos libros de historia, uno se va dando cuenta que el mundo de la política es en el fondo muy primario. Salvo en las formas, no difiere mucho de lo que ves en la jungla y lo que te cuentan los “rangers” de los parques nacionales de Africa sobre cómo funcionan las cosas en el reino animal.

De hecho, si le quitamos la parafernalia, la propaganda y el famoso “relato”, la política cada día me recuerda más a las series y películas de la mafia, con la diferencia de que los mafiosos no guardan las formas y se visten de forma francamente hortera.

En la jungla, los animales son muy territoriales y muy agresivos cuando se trata de su supervivencia. En las bandas mafiosas todo se resume en controlar el tráfico y distribución de droga o de cualquier otra actividad ilegal, es decir, controlar territorio, poder y dinero. Si lo pensamos fríamente, la política internacional también se basa en el control del territorio, de los recursos – sean financieros o naturales -, de la producción y de la distribución.

Sin entrar en las diferencias de lo que defiende cada uno – y obviamente yo me quedo con lo que defiende occidente o la OTANfrente a lo que representa Putin -, existe un gran parecido con lo que ocurre en la jungla. O en la jungla callejera donde se mueven las mafias. La OTAN podría ser uno de esos grupos, Putin sería el “capo” de una mafia especialmente agresiva – y nada más parecido a la Rusia actual – y luego habría un “padrino” más sutil, pero muy poderoso y peligroso que seríaXi Jinping, el presidente de China.

El mundo de la mafia nunca es estable porque está dominado por la avaricia. Series como “Suburra” o “Top Boy” lo transmiten muy bien: no pasa mucho tiempo hasta que el jefe de una banda decide que quiere más trozo del pastel e inicia una guerra con el vecino para quedarse con una zona de distribución de droga. Al final los demás tienen que tomar partido y la cosa acaba como el rosario de la aurora.

Los mafiosillos de las series, pelean por esquinas, los reyes y los políticos pelean por zonas geográficas. Los reyes llevaban coronas y capas de armiño, los presidentes y primeros ministros hablan con mucha educación y no se pelean por vender drogas, pero si por el acceso a fuentes de energía, materias primas, rutas comerciales, poder, dinero, etc. En el fondo no hay tanta diferencia y de hecho, muere mucha más gente en las guerras que generan reyes y políticos que en las guerras entre mafias.

¿Y como acaban las disputas entre mafiosos? Pues cuando los mafiosos más inteligentes se dan cuenta de que los tiroteos en las calles son “malos para el negocio”. ¿Y en qué se parece esto a lo que ocurre en Ucrania? Pues en que en las guerras entre mafias esa constatación suele producirse cuando el enfrentamiento está en su punto álgido (porque es cuando empieza a afectar seriamente al negocio).

Cuando esta guerra llegue a su punto álgido – y vamos camino de ello – la única posible salida o esperanza de paz es que alguien intervenga y les recuerde a los políticos que la guerra “es mala para el negocio”. Y no me refiero solo a los jefes de industria europeos o a los directivos de las grandes compañías tecnológicas norteamericanas. Me refiero también a dos “capos” fundamentales en la situación actual: China e India.

Escuchen el discurso de Xi Jinping el otro día en la conferencia en la que coincidió con Putin. Vino a decir que habría que buscar otras formas de contrarrestar el poder de Norteamérica que no sean la guerra. Es más, creo que estoy en lo cierto en mi interpretación de sus palabras, porque Putin le respondió que “entendía” la “inquietud” de China por la “situación” actual. El mayor problema que tiene China actualmente es económico y prefiere crecimiento global a recesión.

Luego llegó otro importante “capo”, que lo es no solo por tamaño de su territorio sino porque es el otro aliado importante del “capo rebelde” Putin: se trata de Modi, primer ministro de India, país fundamental para dar salida a la producción de petróleo, materias primas y gas que Rusia ya no va a vender a Europa. Y le dijo claramente que no era el momento de andar con guerras.

Lo que quiero decir es que es evidente que la guerra irá a peor, pero que probablemente después de muchos miles de muertos más, con Europa empobrecida como consecuencia del efecto rebote de las sanciones y los aliados de Putin hartos de apoyar algo en lo que no creen, podríamos asistir a una de esas escenas en las que mafiosos que unos días antes estaban matándose entre ellos, se dan abrazos para firmar la paz bajo la atenta mirada de los “capos” más inteligentes.

Coincidiría con la teoría del caos, en la que se tiene que alcanzar el máximo nivel de destrucción para que se empiece a construir en lugar de destruir. Y algo me dice que cuando eso ocurra será con la intermediación de China, India y los grandes poderes empresariales (los que no venden armas, claro).

 

Artículo escrito por Víctor Alvargonzález en El Confidencial.