A mayor la recesión en Europa, mejor para los bonos europeos.

Justo al inicio del mes de julio recomendamos vender la que ha sido una de nuestras mejores recomendaciones de los últimos 12 meses: ponerse “cortos” en bonos europeos, es decir, incluir en las carteras un fondo de inversión o un ETF que se beneficiara de la subida de tipos de interés de los bonos europeos, ergo, de la caída del precio (1).

 

Tras acumular una rentabilidad cercana al 14 % en dichos productos consideramos que el margen de caída en el precio de los bonos europeos se había reducido mucho, así que no solo decidimos vender sino que propusimos llevar ese dinero a un fondo que invirtiera en bonos europeos de corto y medio plazo.

 

El razonamiento fue muy sencillo: a más recesión en Europa, menos necesidad por parte del BCE de subir los tipos de interés, puesto que la recesión reduce el consumo de las familias y la inversión de las empresas y, aunque sea por las bravas, se acaba reduciendo así la inflación. Si ni los consumidores ni las empresas tienen dinero resulta difícil subir los precios. Subirán, especialmente los que dependan de Putin y del efecto rebote de las sanciones, pero en ese caso los consumidores consumirán menos en otro tipo de bienes y servicios, donde a su vez bajarán los precios. Por ejemplo, si sigue subiendo la factura de la luz la gente saldrá menos a cenar, si sigue subiendo la gasolina la gente utilizará menos el coche, si siguen subiendo los productos alimenticios la gente comprará más congelados y menos alimento fresco, etc.

 

En cuanto a las empresas, se verán incapaces de trasladar a sus clientes el incremento de costes y el daño irá a la cuenta de resultados.

 

Si a esto añadimos la subida de tipos de interés que ha iniciado el BCE, podríamos encontrarnos en un círculo vicioso de recesión y subida de tipos que finalmente haga caer la inflación. Un entorno de recesión pero también de caída de la inflación mejora las perspectivas de los bonos europeos. 

 

Esto no significa que no haya que ir con cierto cuidado, puesto que podría ocurrir que en el desastre económico que es Europa coincidieran recesión con alta inflación. Por no hablar del riesgo de fragmentación de la deuda europea, es decir, que se disparen las primas de riesgo.

 

Por eso no nos hemos lanzado a recomendar los bonos de mayor duración. Hay que ver primero qué ocurre con la inflación mientras Europa entra en crecimiento negativo (de esto último no tenemos la menor duda, salvo que hubiera novedades en el conflicto de Ucrania que relajaran el régimen de sanciones que tanto daño hace a la economía europea). 

 

Una cosa es la composición de la cartera de renta fija en un entorno de reducción de la inflación y bajo crecimiento y otra muy distinta en un entorno de recesión y alta inflación. Y también será distinta en un entorno de fragmentación. De ahí la importancia de adaptar la normalización de la inversión en renta fija a cuál sea el escenario europeo.