¿Ya no funcionan los indicadores adelantados o es que somos impacientes?
Nunca, o al menos desde que el que suscribe trabaja en los mercados, han fallado de una manera tan estrepitosa los indicadores adelantados. Es como si la brújula se hubiera vuelto loca.
Los indicadores adelantados nos ayudan a saber cuál va a ser la fortaleza o debilidad de la economía en un futuro próximo. Y en este mercado en el que las malas noticias económicas son buenas noticias para la bolsa y los bonos —porque permitirían que la Reserva Federal redujera su agresividad—, es fundamental saber si el suflé de la economía norteamericana se está enfriando o no, porque de eso va a depender que baje la inflación. Si, por ejemplo, el empleo está muy fuerte, es difícil que baje la inflación salarial. Si la economía crece mucho, el empleo se mantendrá fuerte. Y así con todo.
Llama la atención lo unánimes que son los indicadores adelantados sobre la futura debilidad de la economía norteamericana, lo cual, insistimos, sería una buena noticia para los mercados. Pero llama todavía más la atención la resistencia de la economía norteamericana a perder fuelle y dejar en evidencia la capacidad de predicción de los indicadores adelantados.
Es lógico que haya un espacio de tiempo desde que un indicador adelantado señala debilidad hasta que se produce. Pero es que llevamos meses con indicaciones en este sentido y ahí sigue el paro, en mínimos históricos. Y la economía en positivo. Pese a las muchas y potentes subidas de tipos que ha realizado la Reserva Federal.
Así que vamos a ver algunos de los indicadores adelantados que han sido históricamente más fiables —entre los que ya adelantamos que no está el preferido de las redes, la famosa “curva invertida” porque no es especialmente eficaz— y luego vamos a explicar qué pensamos que puede estar fallando y por qué.
Los indicadores
Empezaremos por uno muy respetado en EE. UU. porque, como verán, casi ha predicho milimétricamente los momentos de debilidad económica y las recesiones (zonas sombreadas) desde 1970. Se trata del indicador de actividad manufacturera de la Reserva Federal de Filadelfia.
Gráfico n.º 1: Indicador de actividad manufacturera de la Reserva Federal de Filadelfia
Fuente: Creative Planning – YCHARTS – vía Charlie Billello
A los niveles actuales de este indicador tendríamos que estar ya en crecimiento plano o ligeramente negativo y, sin embargo, los últimos datos de la economía USA muestran crecimiento moderado, pero positivo.
Hay otros dos indicadores adelantados de actividad que casi siempre han funcionado: el PMI, que mide la actividad económica general en EE. UU. —una encuesta a los más importantes ejecutivos de compras de compañías norteamericanas—, y el indicador de actividad del Institute for Supply Management (ISM).
El PMI nacional dice lo mismo que el de Filadelfia: el crecimiento debería de ser ya del 0 %. Y lo que vemos es que efectivamente el suflé pierde altura, pero el PIB (barras grises) sigue siendo positivo, aunque decreciente.
Gráfico n.º 2: Índice de actividad general de la economía de EE. UU.
Fuente: S&P Global, US Bureau of Economic Analysis
Cualquier lectura por debajo de 50 indica recesión, y es cierto que ahora estamos en 50, lo que se correspondería con un crecimiento plano.
Pero sabemos que el componente de servicios, el más importante de una economía desarrollada, está por encima de 50. Así que ya tenemos una primera pista: no es que falle el indicador de actividad PMI, es que el mercado no se está fijando en el componente más importante, que son los servicios.
Porque si nos fijamos en la actividad manufacturera, entonces tendríamos que estar ya en recesión hace tiempo, y no precisamente leve. Lo vemos en el ISM manufacturero. No se ha visto tan bajo desde la crisis financiera de 2008-2009 o la pandemia en 2020. Que ya es decir.
Así que comprobado: lo que está evitando la recesión es el sector servicios, pero es el más importante.
Gráfico n.º 3: Índice de actividad manufacturera en EE. UU.
Fuente: Bloomberg
Pero, muy importante: difícilmente va a aguantar el sector servicios si toda la industria entra en recesión.
En cuanto al empleo, que tanto mira la Fed, es un indicador muy atrasado. Antes de una recesión el paro siempre ha sido muy bajo. Lo vemos en el gráfico n.º 4.
Gráfico n.º 4: Nivel de paro en EE. UU.
Fuente: The Daily Shot
Y finalmente, si miramos hacia la vivienda, que siempre ha sido un gran indicador adelantado, el veredicto sería inapelable, porque el desplome del mercado de la vivienda en EE. UU. es evidente. El gráfico n.º 5 es el de la venta de viviendas unifamiliares y muestra una caída interanual de más del 36 %, la mayor desde mayo de 1980.
Gráfico n.º 5: Venta de viviendas unifamiliares en EE. UU.
Fuente: Bloomberg
Podríamos seguir y llenar este informe de gráficos de indicadores adelantados muy respetados entre todos los economistas y sacaríamos la misma conclusión: todos señalan hacia un aterrizaje económico, ya sea duro o suave, o, como mínimo, un crecimiento muy moderado que tendría que reflejarse en un incremento del paro, así que ¿por qué no es el caso?
Nuestra explicación
En nuestra opinión no es que los indicadores adelantados hayan dejado de funcionar, es que tal vez estamos siendo un poco impacientes. La historia nos muestra que los indicadores adelantados tardan como mínimo un mes en confirmarse y como máximo tres.
Además, el mercado no se está fijando en un “pequeño” detalle: en una economía como la norteamericana, el indicador adelantado más importante es el de servicios, que no indica recesión.
También hay otra explicación, aunque, probablemente solo tangencial: por algún motivo, los que tienen que responder a este tipo de encuestas de actividad cada vez responden menos. Lo vemos en el gráfico n.º 6.
Gráfico n.º 6: Caída estructural en la respuesta a encuestas oficiales
Fuente BLS, Apollo Chief Economist
Fíjense en la línea naranja, que nos muestra cuántos encuestados están dispuestos a responder a las encuestas de la administración sobre ofertas de empleo: es donde cada vez responde menos gente.
Ahora fíjense en el gráfico n.º 7. En negro tenemos las estadísticas oficiales de las ofertas de empleo (JOLTS), que están decayendo pero tienen muy nerviosa a la Reserva Federal porque la caída es muy lenta y recordemos que la Fed lo que quiere es que aumente el paro.
Pero si vemos los distintos colores de azul tenemos los datos de las grandes empresas privadas de búsqueda de empleo, que ofrecen una imagen mucho menos potente de la situación del empleo en EE. UU. En otras palabras, según esas tres empresas la creación de empleo se está enfriando notablemente. Y son datos directos de compañías que están plenamente integradas en el mercado laboral, no son encuestas.
Gráfico n.º 7: Dato oficial de ofertas de empleo vs principales compañías privadas
Fuente: Bureau of Labor Statistics – Indeed – LinkUp- ZipRecruiter
Finalmente otra de las explicaciones que puede tener más sentido: el optimismo del consumidor.
El ciudadano norteamericano se siente todavía confiado y no tiene miedo de gastar. Hay pleno empleo y tiene dinero ahorrado de los cheques que le dio el Estado para superar el confinamiento. Ciertamente está menos confiado que hace unos meses, pero aún así no está tan pesimista como en otras ocasiones, como vemos en el gráfico n.º 8. Pero cuidado: son muchas las ocasiones en las que la confianza ha estado en estos niveles justo antes de que se inicie la recesión.
Gráfico n.º 8: Confianza del consumidor en EE. UU.
Fuente: Bloomberg
Conclusiones
La economía norteamericana irá perdiendo fuerza a partir de ahora, aunque seguramente no demasiada, porque:
- El Estado está inyectando una enorme cantidad de dinero vía gasto público.
- El sector servicios está todavía fuerte.
- Con un nivel de paro históricamente bajo y dinero que le dieron durante el confinamiento, el consumidor mantiene un alto grado de confianza.
Para las bolsas, a peor, mejor. A más afloje la economía USA, mayores probabilidades de que baje la inflación y que la Fed se tome un descanso en la subida de tipos.
El mejor escenario de todos es el de una recesión leve acompañada de cierto aumento del paro y de una caída aunque sea lenta de la inflación.
El peor sería un aterrizaje duro de la economía acompañado de una inflación persistente.