Los gobiernos se están convirtiendo en los nuevos bancos centrales

elconfi 27 10 2022

Fuente de la Imagen: El Confidencial

 

¿Nos quejamos de Lagarde? Pues ya verán cuando en su lugar estén Sánchez, Scholz, Macron y Meloni. Bueno, en realidad ya lo están. Los políticos han visto que no pueden apretar más a los banqueros centrales para que sigan fabricando dinero – que era la fórmula para solucionar cualquier problema -, pero han descubierto otra fórmula infalible: fabricarlo ellos.

Como todas las ideas ‘brillantes’ (es ironía), esta es muy simple: los gobiernos no pueden fabricar dinero, pero pueden pedirlo a crédito. En lugar de fabricar dinero, pueden fabricar bonos y cambiarlos por dinero. Ya lo sabían, pero se han dado cuenta de que, con un buen relato detrás y un buen aparato de propaganda pueden estirar mucho más el chicle que sus antecesores. Y también el de su capacidad de dirigir la asignación de recursos del sistema financiero.

Todo el mundo sabe que la deuda pública española o de cualquier otro país de la Unión Europea no hace más que aumentar desde hace años. Y nadie se queja. Y como los políticos han comprobado que el mercado parece no tener problema en comprar toda la deuda que emiten, ancha es Castilla.

Así que ya están armando el ‘relato’ que permita ampliar la máquina de fabricar deuda. Por eso ahora se habla tanto de ‘mutualizar’ la deuda, de emisiones ‘conjuntas’, etc. Por ejemplo: España, por si sola, no puede pretender alcanzar el ratio Deuda Pública / PIB de Japón (230 %). Pero si la deuda española se empaqueta junto con la del resto de la Unión Europea, la cosa cambia. O por lo menos esa es la idea.

El problema es que ese truco ya se utilizó con las ‘subprime’ y la cosa acabó fatal. Se empaquetaban créditos hipotecarios de buena calidad con créditos que jamás se recuperarían y se vendía el ‘paquete’ – nunca mejor dicho – como un solo crédito. Y efectivamente, se vendía, porque el ‘paquete’ tenía como calidad crediticia la media del conjunto. Hasta que alguien se dio cuenta del truco, claro.

Otra pequeña ‘laguna’ de este planteamiento de endeudarse como si no hubiera un mañana es que el avalista y emisor de mayor calidad ha decidido ahora que por qué no se va a endeudar él también. Si los alemanes están avalando a los españoles para que puedan disparar el techo del gasto hasta límites estratosféricos ¿por qué no van a hacer ellos, que encima son los avalistas?

Surge la pregunta de cómo es posible que los alemanes hayan abandonado la disciplina fiscal. La respuesta fácil sería el cambio político en Alemania, pero hay algo más: la pandemia ha enseñado a los políticos el truco para que la ciudadanía acepte cualquier tipo de endeudamiento. Y la llave del endeudamiento sin límite se llama ‘extrema necesidad’.

La pandemia creó un estado real de extrema necesidad. Había que emitir deuda para evitar que la economía volviera a la edad de piedra como consecuencia de los confinamientos. Puede haber matices, pero nadie puede estar frontalmente en contra de esa decisión. Y si, además de financiar cosas positivas como los ERE, se va a crear actividad económica con inversiones que ayudan a proteger el medio ambiente – otra cosa es que vaya a ser cierto -, pues obviamente este endeudamiento no genera oposición alguna.

Luego llega la invasión rusa de Ucrania. Una agresión que se salta todas las reglas del derecho internacional, lo cual evidentemente justifica medidas contundentes contra el que se ha saltado la reglas y para apoyar al agredido.

Ahora bien, surgen dudas razonables respecto a la forma en la que se ha enfrentado el problema en términos económicos. Si los políticos no tuvieran tanta facilidad para endeudarse, probablemente hubieran tenido más cuidado y hubieran aplicado las sanciones de forma gradual, para dar así tiempo a la economía europea a prepararse para amortiguar el efecto rebote de las mismas. Al poner el carro antes que los bueyes, crean un problemón que a su vez justifica la calificación ‘extrema necesidad’, así ni se mira el dinero ni las consecuencias. Como la intención es buena ¿Quién lo va a criticar? Así, el camino para generar dinero por la vía del aumento masivo de la deuda ha quedado expedito.

La otra forma de sustituir a un banco central es influir en a quién prestan dinero los bancos y para qué. Para entenderlo, pensemos en cómo funciona el ICO: el gobierno le dice a los bancos que, si prestan dinero para determinadas actividades, el Estado avalará un alto porcentaje de esos créditos. Obviamente, ningún banco dice que no. Pues añadan los fondos europeos y ya tienen multiplicada por 100 la capacidad del gobierno de dirigir la asignación de los recursos financieros.

Todo lo anterior tiene implicaciones importantes para los inversores. El efecto a corto plazo puede ser positivo, porque lo es para el crecimiento. Un tanto artificial, cierto, pero crecimiento. También es una forma de mitigar las recesiones naturales del sistema, que de esta ingeniosa manera se amortiguan con dinero público y dirigismo gubernamental de los recursos del sector financiero. Eso es importante de cara a la inversión en renta variable y muy importante de cara a la elección de los sectores que más pueden crecer. Sobre todo que cuenten con la protección del papá Estado en su actividad.

Otra conclusión es que la inflación se mantendrá más alta durante el periodo en el que los gobiernos tomen el testigo de los bancos centrales. Como mínimo, por encima del periodo anterior a la pandemia. Para los gobiernos es un ‘win’: financian el crecimiento, ganan votos y la inflación reduce el valor de sus deudas, lo que hace que la amortización de las mismas resulte luego menos dolorosa. Eso sí, a la hora de decidir qué es un buen tipo de interés en un bono habrá que asesorarse muy bien.

¿Cuál será el resultado final del ‘gran endeudamiento’? Mientras mercados e inversores ‘traguen’, como ocurrió con los tipos de interés negativos, no habrá problema. El problema surgirá cuando de repente alguien, en algún punto del sistema financiero, decida que es suficiente y que esos paquetes de deuda que mezclan deuda española e italiana con deuda alemana o austriaca no tiene la calidad crediticia del mayor sino probablemente del menor, como ocurrió con los paquetes de las subprime. Pero bueno, como la mayoría de la gente invierte a corto o como mucho medio plazo y la ciudadanía o no es consciente de esto o le da igual, como decía Alaska: ¿a quién le importa?

 

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