Un poco de visión a largo plazo puede aportar mucho

Normalmente todo lo que escribimos en estos cuadernos tiene una visión a corto y medio plazo. Somos conscientes de que la gran mayoría de nuestros clientes y de los suscriptores de estos cuadernos miden la rentabilidad de sus inversiones de un año a otro. Lo que cuenta es la rentabilidad anual y salvo raras excepciones no se mira mucho el largo plazo. Como es lógico, nosotros nos debemos a las necesidades de nuestros clientes y enfocamos nuestra estrategia de inversión no solo al medio y largo plazo, sino también a obtener resultados en dicho plazo anual.

Pero de vez en cuando también tenemos que pensar en el largo plazo, porque seguro que hay inversores y suscriptores de estos cuadernos que se plantean sus inversiones con una visión a largo plazo. En el caso de Nextep también lo hacemos mediante determinadas recomendaciones de la cartera cuya visión es a más largo plazo y vía notas de análisis, que en muchas ocasiones son ideas de inversión de muy largo plazo que no tienen sitio en las recomendaciones habituales.

 

El cambio que va a provocar el paso de Rusia de proveedor y socio comercial de occidente a “paria” internacional (aunque en realidad solo será paria para los socios de la OTAN y aliados) abre la puerta no solo a grandes cambios geopolíticos, también a grandes cambios económicos. Para empezar, esta situación ha provocado un matrimonio de conveniencia China-Rusia que será enormemente beneficioso para China.

 

Económicamente no hay nada más importante para China que garantizarse el suministro a gran escala de materias primas, petróleo y gas. Y ahora lo tendrá garantizado a precio de saldo. Por si esto fuera poco, va a sustituir a Occidente como proveedor tecnológico de Rusia.

 

Ya sea en el terreno industrial o en el militar, en cuestiones tecnológicas China no está muy por debajo de Estados Unidos. Y lo que no tiene lo copia. Ahora China incrementará sus ventas de tecnología a Rusia en detrimento de Estados Unidos y Europa. Moscú irá cambiando su dependencia tecnológica de Occidente por su dependencia de China, lo cual le dará a esta última más poder todavía sobre Rusia. Un ejemplo: antes de las sanciones, Rusia no aceptaba que China le pagara el petróleo y las materias primas en yuanes. Ahora sí (lo que por cierto también ayudará a mantener la cotización del yuan).

 

Nuestra recomendación para inversores que miren a largo plazo es que no pierdan de vista a China. No es una recomendación para poner en práctica ahora mismo, ya que por algún motivo que se nos escapa, China está permitiendo que su economía se deteriore a marchas forzadas como consecuencia de no aplicar planes de estímulo económico y monetario para compensar los confinamientos del COVID.

 

Tampoco parecen muy preocupados por el hecho de que gran parte de sus promotores inmobiliarios tengan serios problemas de liquidez para finalizar sus proyectos, lo cual es una bomba de relojería en ciernes que de momento solo ha mostrado la punta del iceberg. 

 

Curiosamente, China podría solucionar de un plumazo todos sus problemas de crecimiento y el problema del sector inmobiliario porque tiene unas enormes reservas que le permitirían poner en marcha planes de estímulo económico que ayudarían a colocar toda esa cartera de viviendas y a finalizar los proyectos en construcción.

 

Por si lo anterior fuera poco, las autoridades políticas siguen en guerra con las grandes empresas tecnológicas, lo cual tampoco es muy positivo para la inversión a corto plazo.

 

Pero lo más probable es que tarde o temprano China reaccione y ponga en orden su situación económica, y a partir de ahí habrá que considerar que las sanciones a Rusia han sido la lotería para China.

 

Otro gran beneficiario es India, otra economía en desarrollo para la que el flujo de materias primas, petróleo y gas baratos es lo más importante que puede haber. Imagínense una empresa industrial a la que, de repente, se le reducen a la mitad los costes energéticos. Cómo afecta eso a su competitividad a todos los niveles. De hecho es fácil imaginarlo, porque es justo lo contrario de lo que les va a pasar a las empresas alemanas.

 

Además India tiene la enorme ventaja de que apoyar a Rusia en su conflicto frente a Occidente no le pasa factura, al contrario que le ocurre a China. Por diversos motivos de índole político nadie afea a India no ya que no participe en las sanciones, sino que haya incrementado masivamente sus intercambios comerciales con Rusia, tal y como ha hecho también China.

 

Y, aunque tiene menor importancia económica, tanto China como India se están convirtiendo en los intermediarios que permiten que la producción rusa de materias primas y petróleo acabe llegando a los mercados internacionales, dejando por supuesto una muy atractiva comisión en estos dos países. Compran a precio de saldo y revenden a precio de mercado a nivel internacional. 

 

Ni siquiera tienen que revender el petróleo ruso: pueden quedarse dicho petróleo para consumo interno y vender petróleo cuyo origen es perfectamente legítimo y nadie les puede acusar de revender petróleo ruso y beneficiarse del régimen de sanciones. Esto por cierto no solo lo hacen India o China, lo hacen en muchos otros países, incluido curiosamente Arabia Saudita, que ha incrementado hasta niveles récord la importación de petróleo ruso (lo usa para consumo interno y así puede vender más producción propia en el mercado).

 

Pero igual que no se está valorando de momento suficientemente los beneficios que van a obtener China e India de las desgracias de Rusia, tampoco se está valorando suficientemente el daño que produce en Europa el efecto rebote de las sanciones. 

 

No es ya solo la inflación que estamos viendo en el corto plazo. Piensen en un empresario que tenga la posibilidad de montar una una empresa industrial en cualquier lugar del mundo: ¿cuál es la seguridad que tiene en Europa en cuanto al suministro energético? Mientras Rusia utilice el grifo del gas como arma, es imposible garantizar precios y suministros estables de energía en Europa. Y, aunque a todos nos gustaría, no se puede sustituir el gas ruso por energías limpias en un plazo corto del tiempo, especialmente si se ha descartado la energía nuclear. 

 

Esta cuestión de la energía es mucho más importante a largo plazo de lo que parece. En los últimos 10 años Occidente ha tenido energía hiperbarata. Y China tampoco demandaba demasiada porque producía enormes cantidades de carbón. Por su parte Estados Unidos pasó de producir 5,5 millones de barriles diarios de petróleo a producir 13 millones, gracias a la revolución del fracking, que también le permitió doblar su producción de gas natural.

 

Ahora estamos en la situación contraria. Y en Europa el problema energético es doble: al legítimo y loable deseo de polucionar menos, es decir, la transición energética, se une el uso de las sanciones como arma disuasoria frente a Rusia, que, con independencia de que funcione o no en Rusia, sin duda “funciona” en Europa, creando graves problemas de abastecimiento energético, tanto en la parte en las que son “voluntarias” —como dejar de comprarle petróleo a Rusia y reducir gradualmente las compras de gas— como en las involuntarias (que Putin decida cerrar bruscamente el grifo).

 

Como vivimos en un mundo digital y de servicios no le damos mucha importancia al abastecimiento energético, pero sigue teniéndola, y mucha. Un problema estructural de desabastecimiento o encarecimiento energético tendrá el mismo efecto pero a la inversa que ha tenido contar con gas y petróleo barato anteriormente. 

 

Las consecuencias económicas también se convierten en consecuencias financieras. El efecto rebote de las sanciones debilita al euro, lo cual es un elemento inflacionista adicional (nos sale más caro todo lo que compramos en dólares, incluido el petróleo y el gas). Y lo del euro puede ser un círculo vicioso: a peor vaya la economía europea, más cuidado tiene que tener el BCE a la hora de subir los tipos de interés y, en consecuencia, más diferencial de tipos con Norteamérica, ergo, más debilidad del euro).

 

En el corto plazo esto no se va a notar ni a la baja en las bolsas europeas ni al alza en las de China o India. Las europeas porque como consecuencia de la última caída están francamente baratas y las empresas europeas pagan muy buenos dividendos precisamente como consecuencia de dicha caída (a más cae el precio de una empresa, más alta la rentabilidad por dividendo). Las chinas por la poca visión de sus autoridades. Pero a largo plazo esto podría cambiar y hay que tenerlo en cuenta.

 

¿Y Estados Unidos? Estados Unidos muy bien, gracias. Igual que Rusia ahora dependerá más de China, Europa dependerá mucho más de Estados Unidos. Gran parte de las materias primas que no pueda comprar directamente en Rusia se las comprará a Norteamérica, especialmente gas. Y la dependencia militar será mucho mayor puesto que ahora hay un riesgo real de que el oso ruso continúe con sus ambiciones expansionistas. El resumen de este capítulo es muy sencillo: a largo plazo gana China, gana India, gana Estados Unidos y pierde Europa.