Los pesimistas parecen más listos, pero son los optimistas los que se retiran en la playa

Horror, terror y pavor: el S&P 500 ha perdido un 19 % en 2023. Esa es la noticia, claro. Obviamente nadie la acompaña con un comentario tipo “aun así gana un 160 % en los últimos diez años, caída incluida”.

En los años 80 el mayor enemigo de los inversores era la avaricia. Desde hace más de diez años el principal enemigo es el pesimismo. En los 80 los “héroes” del mundo de las inversiones eran personas que invertían y asumían riesgos. En los últimos 12 años los héroes financieros son gente que no invierte y que le dice a la gente que no invierta. No es de extrañar que muchos inversores se hayan perdido uno de los mayores mercados alcistas de la historia.

Es un problema serio para los inversores, porque, si ya es difícil reunir la valentía necesaria para tomar posiciones cuando el mercado ha caído

—que es cuando hay que tomarlas—, imagínense hacerlo cuando todo el mundo te dice que el cielo caerá sobre tu cabeza si lo haces.

El que no es pesimista en las redes sociales no vende. Esa es la realidad social y mediática actual. Y como es lógico, la realidad social y mediática afecta a los inversores. Pero la realidad económica es muy distinta: quienes hacen caso al pesimismo en finanzas, no ganan dinero. Quienes se retiran en la playa no son los pesimistas profesionales, sino los optimistas.

Dato y no relato: desde 1946, los mercados bursátiles bajistas pierden de media un 34 % y duran aproximadamente 15 meses. En cambio, los mercados alcistas ganan de media un 167 % y duran 3,8 años. Lo pueden ver en el gráfico n.º 1. No tiene una gran calidad, pero nos muestra perfectamente la idea.

 

Gráfico nº 1: duración y resultados de los mercados alcistas y bajistas desde 1946

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Fuentes: Edward Jones, Bloomberg, Dow Jones

 

Las zonas que aparecen en color naranja son los mercados bajistas. Las zonas en color gris son los periodos alcistas. Y hablamos de un periodo tan largo que la evidencia estadística está clara.

Lo vemos también con detalle en la tabla n.º 1. Los únicos periodos negativos para el inversor en renta variable, en este caso el S&P 500, aparecen en rojo. Y como puede verse, son minoría.

 

Tabla nº 1: Retornos anuales del SP 500 desde 1928

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Fuente: Charlie Bilello

 

La evidencia estadística es indiscutible: quien empieza a ahorrar y lo hace de forma optimista, es decir, dándole mayor peso a la renta variable, gana mucho más que quien deja el dinero en una cuenta corriente o en un depósito en el banco, que es lo que acaban haciendo quienes hacen caso a los pesimistas profesionales.

De hecho, el que deja el dinero en el banco no solo no gana nada, sino que pierde mucho, como consecuencia de la inflación. Lo vemos en el gráfico n.º 2, que nos muestra la evolución del poder adquisitivo de un dólar desde el año 1900. Ahora ya no valdría nada.

 

Gráfico nº 2: Poder de compra de 1 dólar USA desde 1.900

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Vía Compounding Quality

 

Si el dinero ha sido invertido en depósitos se habría perdido menos, o incluso no se habría perdido si esos depósitos hubieran dado una remuneración capaz de superar la inflación, pero eso no suele ocurrir. Normalmente los depósitos pagan menos que la inflación, así que el resultado sería similar en el largo plazo.

Me dirán ustedes que nadie deja su dinero en una cuenta en el banco o en depósitos, pero eso no es lo que muestran las estadísticas, al menos en España. De hecho, el volumen de dinero en cuenta corriente y depósitos es actualmente el mayor que ha habido nunca en nuestro país. Y no solo en términos absolutos, sino también en relación a otros instrumentos de ahorro e inversión. Y quien dice depósitos dice fondos garantizados, que en la práctica se remuneran como depósitos y si tienen formato de fondos es por motivos fiscales.

La conclusión obvia de todo lo anterior es que el que se retira “como un señor” es el optimista, que gana dinero suficiente para hacerlo cómodamente. En cambio, quien ha seguido los consejos de los pesimistas “influencers” económicos actuales, habrá obtenido lo que le den en una cuenta corriente, un depósito bancario o un fondo garantizado, lo que en la práctica significa que no habrá acumulado nada o incluso habrá reducido sus ahorros cuando llegue el momento de la jubilación.

Pero no acaba ahí la cosa. El optimista se retira en la playa incluso aunque no haya aprovechado las caídas para comprar, pero si además estuvo bien asesorado y aprovechó las “rebajas”, no solo se retira en la playa, sino que lo hace con chalet y barco.

Es fácil de entender: imagínense que nuestro inversor optimista haya tenido un buen asesor que le hubiera dado hace 20 o 30 años estos datos. Lógicamente y viendo que las caídas se sitúan de media en el entorno del 30 %, el inversor hubiera aportado dinero a su cartera cada vez que el mercado se acercara a ese nivel de minusvalía (y un buen asesor se lo habría recordado).

No hace falta ser un genio de las matemáticas para entender que, de haberse hecho eso, la media del 167 % de revalorización en periodos alcistas subiría significativamente, gracias a las aportaciones realizadas en periodos de rebajas.

Un ejemplo muy claro lo hemos tenido en 2022: reducir posiciones al inicio del año ante el cóctel explosivo de subidas de tipos y guerra, para comprar más adelante, cuando el mercado dé muestras de haber roto la tendencia bajista.

No se sabía cuánto podía caer la bolsa, pero sí que, con una mezcla tan negativa, ibas a poder comprar más barato y que era una buena idea generar liquidez. En cuanto al final de la tendencia bajista, de nuevo es un dato y no un relato: la tendencia bajista de medio y largo plazo —el tipo de tendencia bajista del que estamos hablando— es una línea concreta que sabe dibujar quien conoce el análisis técnico. O simplemente se entra cuando el mercado haya caído más de un 20 % y listo. Con los datos que tenemos de los últimos 75 años, lo peor que puede ocurrir es que en algunos mercados bajistas hayas comprado un 10 % antes de lo debido.

Si me apuran, les diré que no conozco a ningún empresario ni a ningún inversor de éxito que sea pesimista. Un empresario pesimista no emprendería o tiraría la toalla a la primera de cambio. Y un inversor que solo haga lo que le dicen los influencers vendedores de miedo no invierte.

Esto no significa que el inversor tenga que tener como asesor a un optimista patológico, porque nunca acumularía liquidez y por lo tanto no aprovecharía las rebajas.

Los inversores no tienen que ser ni optimistas ni pesimistas, tienen que ser realistas. O tener asesores que lo sean. He dicho antes que la mayoría de los empresarios que conozco son fundamentalmente gente optimista, pero, pensándolo bien, creo que es mejor definición decir que son optimistas con una visión realista de las cosas. Esa es la combinación perfecta para invertir.