El mundo en el metaverso, España en su «miniverso»

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Mientras el mundo de los negocios se lanza al metaverso, España se encierra en su “miniverso”. Nuestro país llegó tarde a la revolución industrial y las consecuencias todavía perduran. La indolencia de nuestros políticos también nos hizo llegar tarde a la revolución digital y seguimos pagando las consecuencias bursátiles, con el S&P 500 sacándole más de un 200% de ventaja al Ibex en la última década (y el Nasdaq un 600%)

Ahora llega el metaverso y nos vamos a volver a quedar fuera. La prioridad económica española no es fomentar al empresariado, sino más bien el funcionariado. No se trata de apoyar a pymes y autónomos, sino de aumentar sus impuestos, las regulaciones y las cargas burocráticas que lastran su actividad. Nada de eso facilita la creación de compañías tecnológicas punteras.

El metaverso es el Internet elevado a la décima potencia. Es la creación de un mundo virtual completo. Usted podrá tener reuniones casi físicas, realizar transacciones financieras y comerciales, todo con sólo ponerse unas gafas parecidas a las que llevamos normalmente. Será uno de los principales cambios tecnológicos del siglo y es una mala señal para nuestro mercado que nuestros políticos estén – sigan – a otras cosas.

Esto nos aleja también de los negocios que apoyan la creación del metaverso y crecerán con el, como son la computación en la nube, la Inteligencia Artificial o la tecnología blockchain.

Nuestro gobierno piensa que todo se arregla mediante la inversión pública, pero lo que llevó a EEUU a liderar la revolución digital no fue una actuación gubernamental planificada, fue Silicon Valley, quw es todo lo contrario un plan quinquenal. Ni siquiera en China el Estado decide qué empresas tecnológicas concretas van a tener acceso a más recursos.

En el mundo de la inversión tenemos el ejemplo más sangrante. Hoy en día, la mejor – y única – forma de invertir en el metaverso es utilizando ETFs – fondos de inversión de tercera generación o “fondos cotizados” – y los mejores son norteamericanos. Pero, qué casualidad: aquí no se pueden comercializar entre inversores minoristas. Y si alguien lo consiguiera se activa la segunda barrera, en este caso fiscal, ya que los ETFs no disfrutan de las mismas ventajas fiscales que los fondos tradicionales.

Y estas barreras, ¿por qué? Pues, porque, además de ser mejores en todo que los fondos tradicionales y llegar a mercados donde no llegan estos, los ETF son mucho más baratos y por lo tanto dejan mucha menos comisión a los distribuidores (bancos, sociedades de valores y asesores financieros no independientes).

Ponerles barreras a los ETF tiene como efecto secundario que no podamos participar ni siquiera como inversores pasivos en el gran negocio tecnológico del futuro. Como dicen los anglosajones, hay que mirar las señales escritas en la pared. Y las de nuestra bolsa no son muy atractivas para los inversores.

 

Artículo escrito por nuestro Director de Estrategia, Víctor Alvargonzález, en Invertia.