¿Qué tiene que ocurrir para que reboten las bolsas?
Para entender la situación actual de las bolsas hay que imaginarse cualquier evento en el que se reúna mucha gente y donde, de repente, algo asuste al grupo. Puede ser que alguien haga estallar un petardo o que se caiga un tenderete. El caso es que todo el mundo sale de estampida.
No quiero decir con esto que lo que ha ocurrido desde el inicio del año no sea motivo para preocuparse. Precisamente por eso hace meses que desde Nextep recomendamos acumular liquidez y que les hablamos de La Gran Rotación, esa estrategia que consiste en situarse en activos, sectores y países que aguanten o incluso se beneficien del incremento de la inflación y la consiguiente subida de los tipos de interés, esas subidas de tipos que tanto miedo dan a los mercados.
Ahora bien, aunque no está tan claro que el cambio de política monetaria de la Reserva Federal de los EE. UU. sea motivo para entrar en pánico —estamos hablando de que los tipos de interés suban al 2,75 % y el bono a 10 años al 3 %, cifras históricamente compatibles con el crecimiento en EE. UU.—, no es el objeto de este capítulo enjuiciar si las caídas que han tenido las bolsas están justificadas o no. Nuestro objetivo es mucho más práctico: queremos determinar hasta dónde puede llegar la caída, porque, en nuestra opinión, ahora lo importante es detectar el suelo de las bolsas y el timing de entrada.
Como estamos en un mercado, el primer motivo para que detenga su caída es el precio. El que huye no se fija a qué precio vende, pero el que tiene la cabeza fría porque su trabajo es invertir o asesorar a sus clientes sí que se fija. Y los precios empiezan a ser atractivos.
Por poner algún ejemplo, ahora mismo cinco de los mayores bancos europeos cotizan a un PER de cinco veces, algo que no se había visto en 50 años. Y el Eurostoxx 600 ofrece una rentabilidad por dividendo del 4 %, que es también históricamente alta. El PER de dicho índice está ya por debajo de 12, es decir, por debajo de la media histórica.
Si nos vamos a EE. UU., el sector NO tecnológico del mercado cotiza por debajo de la media histórica y la tecnología, al ritmo al que está cayendo el NASDAQ, se está acercando a esa media. Pero no insistiremos en las valoraciones porque las tratamos de forma un poco más amplia en otro capítulo de este Cuaderno.
El caso es que los compradores no son tontos. Esperan a que venda todo aquel que vende porque no puede dormir tranquilo y está deseando salir a cualquier precio. Lo que nos lleva a un segundo motivo de rebote: la ausencia de papel.
Llegado un momento, solo quedan los inversores que tienen valores o fondos como inversión con una visión de medio y largo plazo. Es su patrimonio financiero y salvo que sea realmente necesario, no están por la labor de malvender en medio del pánico. Prefieren esperar a que se tranquilicen las cosas. Y es ahí cuando empieza a disminuir el número de vendedores y, aunque tampoco haya muchos compradores, habiendo poco papel (vendedores), suben las cotizaciones. Es lo que se denomina “rebote por ausencia de papel”, y una de las formas de reconocerlo es que en las caídas el volumen de negociación es mucho más bajo que el que había en las caídas previas.
Otro motivo por el que el mercado puede detener su “sálvese quien pueda” es que aquello que lo motivó cambie. Lo que ha sacado al mercado de sus casillas es el cambio de política monetaria de la Reserva Federal de los Estados Unidos. La invasión de Ucrania también, pero eso fue más al principio. Lo que de verdad asusta al mercado ahora es que, por temor a la inflación, la Fed se pase de frenada y nos lleve a una fuerte recesión.
Pero supongamos que la inflación empieza a moderarse. Como todo el mundo espera que empeore —o que se quede donde está—, un dato mejor de lo esperado sería un cambio muy importante, precisamente porque casi nadie se lo espera. Además, coincidiría con el momento “ausencia de papel” descrito anteriormente. En el caso europeo también valdría una buena noticia desde el frente de Ucrania, como, por ejemplo, el inicio de negociaciones de paz.
Otro motivo de rebote es lo que podríamos resumir en “Ah, pero no…”, es decir, “¿Ah, pero no venía una fuerte recesión?” (y resulta que no ha venido) o “anda, pero si resulta que las empresas ganan más de lo que previeron los analistas”. En resumen, que aquello que esperan medios y redes sociales no se materialice. Entonces se produce el efecto sorpresa y el rebote al alza. Recordemos que ahora mismo todos los inversores, analistas, medios y redes sociales son 100 % bajistas a medio y largo plazo. Si el mercado empezara a marcar un suelo claro y surgieran noticias positivas en relación con la inflación o la temida recesión, la sorpresa sería mayúscula.
Normalmente, el rebote suele producirse por una conjunción de todo lo anterior: capitulación —todos los que venden por miedo se retiran del mercado—, ausencia de papel —los que se quedan no quieren malvender o miran a medio y largo plazo—, noticia positiva que sorprende al mercado, dudas y, finalmente, temor a quedarse fuera si se vuelve a la tendencia alcista. Es el “mix” que irá creando el fondo del mercado y al que quienes hemos recomendado acumular liquidez antes de la caída —para ir de rebajas— tendremos que estar atentos.
No se puede saber cuándo rebotará un mercado, pero sabemos qué cosas suelen ocurrir para que esto se produzca. Suelen ser las enumeradas anteriormente. Tenerlas claras es la clave para incorporarse a tiempo al mercado en el caso de que finalice la corrección.
También es muy importante diferenciar el tipo de suelo y de rebote que puede haber para elegir los productos adecuados en cada situación. No es lo mismo que el suelo se establezca por una cuestión de precio que si se produce un fuerte rebote por una noticia positiva que coja totalmente descolocado al mercado.
Y también depende del tipo de noticia: si es relativa a la inflación en EE. UU. no es lo mismo que si es una noticia positiva relativa a la guerra de Ucrania. Por eso se trata de identificar los posibles motivos para un rebote, pero también el tipo de fondos adecuados para volver a la renta variable si uno estuvo bien aconsejado y le recomendaron acumular liquidez para luego aprovechar las rebajas.