¿Tiene cartas Putin para lanzar un órdago a la grande?
Quienes dicen que la inestabilidad que viven los mercados se debe al conflicto en Ucrania no están muy metidos en lo que se cuece en los mercados.
Teniendo en cuenta que lo que más ha bajado han sido la tecnología y el bitcoin, cabe preguntarles en qué afecta Ucrania a las grandes empresas digitales USA, al metaverso o a las criptomonedas. Si además comparan lo que ha caído este año el mercado norteamericano ( – 7 %) frente al europeo (- 2,7 %) y ven que cae menos precisamente el lugar donde se encuentra Ucrania, llegarán a la misma conclusión que yo: a los mercados, tanto europeos como norteamericanos, lo que más les preocupa ahora mismo es lo que haga la Reserva Federal, no Ucrania.
Aclarado esto, también es importante considerar el matiz “ahora mismo”, ya que es evidente que hay que estar preparados para lo que pueda ocurrir si finalmente Putin decide invadir.
Estamos ante una partida de mus, de póquer o de ajedrez, depende de por dónde se mire. Probablemente sea las tres cosas a la vez. Como soy más aficionado al mus y al ajedrez, lo voy a enfocar por ese lado.
Desde el punto de vista del mus podemos decir que hemos llegado a ese punto en el cual tras varios envites —en este caso durante varios—, ahora una de las partes está en ese momento en el que se está planteando lanzar un órdago (traduzco para quienes no juegan al mus: jugarse toda la partida a una jugada). Y ese es Putin.
Nosotros no sabemos si tiene cartas para ganar el órdago ni si se lo va a echar, pero sí podemos decir que se juega mucho y que el de enfrente tiene también buenas cartas. Esto no es invadir Crimea, esto sería como Chechenia pero mucho peor. Invade un país con un ejército bien armado, que contaría con el apoyo casi incondicional de la OTAN a la hora de proveerle de armamento e inteligencia militar. Y esto último es muy importante. Todos los satélites, toda la tecnología USA, van a tener como misión ayudar al ejército o a la resistencia ucraniana.
Por si esto fuera poco, a Rusia le caería “la del pulpo”—si me permiten la expresión— en sanciones económicas. Probablemente eso a Putin le da igual y además Rusia tiene buenas reservas, pero no les va a dar igual a los oligarcas y militares que ayudan a Putin a mantenerse en el poder. Por cada muerto ucraniano un oligarca perdería una mansión en Londres, Marbella o Bahamas. Y probablemente acabarían perseguidos por crímenes contra la humanidad, lo que les impediría disfrutar de sus otras viviendas y patrimonio situado en occidente. La invasión de Ucrania sería tan impopular que justificaría todo tipo de actuaciones sobre bienes de oligarcas rusos.
Por otra parte, tendemos a pensar que lo que opine el pueblo ruso no tiene mayor importancia en una especie de dictadura como es actualmente Rusia, pero no es así. Los rusos son una población muy dura y muy guerrera y ya vimos cómo el pueblo fue fundamental en la caída del comunismo. Y el pueblo ruso no tiene ninguna gana de meterse en esta guerra. No olvidemos tampoco que allí el servicio militar es obligatorio y las pérdidas entre la juventud rusa serían iguales o peores que en Afganistán.
Además, se habla mucho del daño que le produciría a Europa que le cortaran el grifo del gas, y es cierto, pero en caso de guerra, Rusia también necesitaría los euros con los que cobra ese gas, así que es un arma de doble filo.
Con todo lo anterior yo le daría pocas probabilidades a que Putin lanzará finalmente el órdago. El problema es que hay una que es muy peligrosa. Y es que es posible que ya no tenga marcha atrás.
Para un autócrata dar marcha atrás sin obtener importantes concesiones es una señal de debilidad muy peligrosa de cara a su público. Si por Estados Unidos fuera, le dejarían que cometiera el error de invadir Ucrania. Económicamente a los norteamericanos les afecta muy poco y encima les da la excusa para aislarlo y atacarle por todos los frentes. La única posibilidad que existe de que Putin pueda salir con algún triunfo en la mano de esta partida es el miedo que le tiene la Unión Europea, que en este caso sería de agradecer porque evitaría una guerra.
También hay que mirar esta situación como una partida de ajedrez, juego en el que los rusos son unos maestros. Yo no descarto que mientras Putin está moviendo las fichas de una manera que parece buscar un determinado objetivo, pudiera estar buscando otro diferente, algo muy habitual en el ajedrez.
Por ejemplo, a Rusia le preocupa sobremanera la instalación de misiles cerca de sus fronteras, es decir, en los actuales países del este que pertenecen a la OTAN. Es posible que esté utilizando la palanca de la amenaza de invasión en Ucrania para obtener ventajas en este sentido.
Considerando que a los inversores norteamericanos lo que ocurra en Ucrania les da más o menos igual, las bolsas norteamericanas serían las que menos sufrirían en caso de conflicto. Ya sé que es una obviedad, pero es que hay bastantes gestores y analistas españoles que dicen que la caída actual de la bolsa USA tiene que ver con Ucrania, así que conviene aclararlo. El sector energético también sería una buena protección, puesto que la primera consecuencia de una invasión de Ucrania sería la subida del gas natural y también del petróleo. La siguiente cuestión que se plantea es hasta qué punto pueden bajar las bolsas (europeas) el día que los tanques rusos crucen la frontera. Y es importante por dos motivos. Primero, porque si pensamos que pueden bajar mucho puede merecer la pena “ponerse cortos” en el Eurostoxx, es decir, apostar por que baje y ganar si lo hace. Gracias a los fondos cotizados —ETF—, hoy en día ponerse corto en bolsa europea es tan sencillo como comprar el más sencillo de los fondos de inversión tradicionales.
Mi opinión es que, aunque la invasión de Ucrania afectaría mucho más a los mercados europeos que la de Crimea, no creo que sea como para ponerse cortos en la eurozona. Entiendo que con reducir temporalmente posiciones sería suficiente. Al menos de entrada. Luego habría que ver cómo evoluciona la situación. Ya sabemos que las armas las carga el diablo. Nosotros en Nextep de momento nos hemos limitado a tomar nota de cuál sería el ETF adecuado para el caso de que finalmente haya que realizar esa recomendación.
El segundo motivo por el que es importante plantearse hasta dónde pueden caer los mercados europeos si Putin se lía la manta a la cabeza es porque sería una gran oportunidad de compra. EE. UU. ya ha dicho que su respuesta sería económica, además de colocar misiles en todos los países fronterizos y armar hasta los dientes al ejército —o en su caso a la resistencia— ucraniano. Pero las probabilidades de que haya un enfrentamiento directo de la OTAN con Rusia son muy pocas, por no decir ninguna. Además en ese caso estaríamos en un escenario completamente diferente.
Inicialmente habría mucha tensión, pero luego se aceptaría el nuevo “statu quo” y, lo más importante para Europa: se reanudaría el suministro de gas, pues los europeos no pueden prescindir del gas ruso y los rusos necesitarían más que nunca los euros de los europeos. “Win win”.
Mirando a medio y largo plazo, tiene más importancia para la bolsa europea el hecho de que seguirá el estímulo económico de los gobiernos y las inyecciones de dinero del BCE, que son los que han impulsado el buen comportamiento bursátil de la eurozona (además del dividendo de las compañías europeas, que atrae al dinero que sale y seguirá saliendo de los bonos).
Mientras nuestros políticos estaban a otras cosas, en Norteamérica se iniciaba un proceso que no requirió crear un ministerio, una subdirección general, ni siquiera una comisión: la revolución digital.
Bastó un cóctel de empresarios, inversores, innovación, tecnología y, sobre todo, la no intromisión del Estado con sus excesos burocráticos y regulatorios, para que en Silicon Valley se produjera un cambio tecnológicamente definitivo: la multiplicación exponencial de la capacidad de computación de los microprocesadores. Y así empezó la primera fase de la revolución digital.
La siguiente es mucho más conocida: gracias a lo anterior, una serie de genios como Gates, Jobs, Bezos o los creadores de Google, acompañados de fondos de inversión valientes, produjeron la segunda fase de la revolución digital: Internet.
Ahora comienza la tercera, cuyos protagonistas son el metaverso y lo que nosotros llamamos “sus socios”, es decir, las tecnologías que harán posible la creación de ese universo virtual, que dejará pequeño el de Internet. De hecho, estos “socios” son lo más importante a la hora de invertir. Son las tecnologías que tendrán que crecer de forma exponencial para hacer posible el nuevo mundo virtual, como en su día lo hizo la capacidad de computación de los microprocesadores. Y, con ellas, las operaciones corporativas con las que las grandes empresas tratarán de posicionarse en el metaverso.
Esta idea es fundamental para entender cuál es la forma de rentabilizar la tercera fase de la revolución digital. Hace tiempo, coincidiendo con la compra por parte de Facebook de una empresa relacionada con la realidad virtual, dijimos que la rentabilidad en el metaverso no estaba tanto en invertir en Facebook, sino en las empresas que comprará Facebook. Y que esa afirmación era extensible a muchísimas operaciones corporativas relacionadas con el metaverso. Y acabamos de tener un nuevo ejemplo con la compra de Activision por parte de Microsoft, en la adquisición más grande jamás realizada por esta última.
Para situarse en el metaverso, los grandes jugadores pagarán millonadas por compañías más pequeñas —o incluso mucho más pequeñas— que cuenten con la tecnología y el “know how” del que carecen las grandes. Ahí está la clave para rentabilizar la tercera fase de la revolución digital y cualquier corrección importante que se produzca en el sector tecnológico representa una oportunidad para tomar posiciones.
Olvídense de hacerlo a través de fondos de inversión tradicionales. Como su nombre indica, se han quedado anticuados para participar en la nueva fase de la revolución digital. Los instrumentos adecuados son los fondos de tercera generación, los ETF, que es como se invierte en Estados Unidos y en el resto de países financieramente avanzados a la hora de tomar posiciones en el metaverso y sus socios.
El motivo es muy sencillo. Las que cuentan con tecnologías punteras que se utilizarán en el metaverso no son grandes compañías, pero las grandes compañías tendrán que adquirir estas pequeñas y medianas compañías tecnológicamente avanzadas para posicionarse en el metaverso. Y en esas compañías no invierten, o lo hacen de forma muy tangencial, los fondos tradicionales.
Los fondos tradicionales tienden a invertir en una variedad amplia de compañías de un determinado activo, sector o país, normalmente grandes compañías bien establecidas, mientras que los ETF “afinan más el tiro”. Por supuesto que hay ETF que invierten en grandes y grandísimos índices, pero también los hay que invierten en pequeñas cestas de valores sectoriales o temáticas. Y ahí es donde tienen peso estas compañías a las que hacemos referencia.
Los clientes de Nextep que han contratado el servicio de carteras recomendadas formadas por ETF ya lo han podido comprobar con uno de los productos recomendados en 2021, que ha superado por goleada al NASDAQ. Pero cuanto más avance la tercera fase de la revolución digital más hay que afinar el tiro, porque mejor lo harán estas compañías en relación con las grandes empresas digitales.
Si los protagonistas de los últimos 10 años han sido los Amazon o los Facebook, los protagonistas de los próximos serán las operaciones corporativas mediante las cuales todas esas grandes compañías adquirirán las pequeñas que tienen la tecnología y el “know how” para posicionarse en el metaverso.
En Estados Unidos los ETF se han convertido en el instrumento preferido de los inversores, pero no en España. Esto se debe a que hemos pasado de ser un país financieramente avanzado a un país con una sola obsesión en la industria de distribución de productos financieros: defender el “statu quo”, es decir, la retrocesión de comisiones. Evitar por todos los medios que estos fondos de inversión —porque los ETF son fondos de inversión—, mucho más baratos y con una operativa infinitamente más rápida y eficiente, les quiten las jugosas comisiones que los fondos tradicionales aportan a la cuenta de resultados de bancos, sociedades de valores y asesores NO independientes.
Las barreras de entrada son variadas y van desde una burocracia surrealista que impide ofrecer a inversores particulares un ETF norteamericano cuyo folleto no haya sido traducido a una serie de idiomas de la Unión Europea —parece ser que el inglés no es un idioma suficientemente internacional—, a la barrera de entrada fiscal, más sutil e igualmente efectiva.
Aun así, nuestro consejo es que no deje de ganar dinero porque luego haya que pagar impuestos. Es algo que ya aprendieron quienes no invirtieron en acciones de Apple, Microsoft o Amazon cuando no estaban o pesaban muy poco en los fondos de inversión tradicionales porque luego habría que pagar impuestos.
Afortunadamente, aunque en España muchos de los mejores ETF para invertir en el metaverso y sus socios no se pueden adquirir por razones tan curiosas como que “el folleto no está traducido a varios idiomas de la Unión Europea”, aun así se puede invertir en ETF que invierten en los “socios del metaverso”. Y esta es una cuestión importante porque hasta que muchas de estas empresas empiecen a tener un peso mínimamente significativo en fondos tradicionales, la única forma de apuntarse a la tercera fase de la revolución digital en sus inicios es vía ETF y, por supuesto, vía valores concretos, lo que pasa es que esto último para el inversor medio resulta demasiado complicado a nivel de análisis y selección de empresas. Son cuestiones muy especializadas y ayuda mucho que especialistas agrupen en un ETF una cesta de valores que saben que tienen que ver con esta actividad.